Marcela Páramo Ortega

Directora de Inclusión de la Secretaría de Educación Pública de Jalisco
Una vida de entrega a la inclusión
“Ser líder significa poder ayudar a los demás a crecer. Poder orientar al equipo hacia la conclusión de una tarea o proyecto, donde todos se sientan involucrados. No importa si la tarea es grande o pequeña, el líder inspira con pasión y entusiasmo para lograr resultados.”
La vida la puso en una encrucijada que le costó lágrimas. Marcela Páramo Ortega, con un enorme deseo de ser madre, tomó una decisión que cambió su destino: en lugar de formar una familia propia, dedicó su vida a ayudar a niños y personas con discapacidad. Desde su posición como titular de la Dirección de Inclusión de la Secretaría de Educación Pública de Jalisco, ha sido una promotora incansable de los derechos de los más vulnerables.
Licenciada en Pedagogía y con más de seis años trabajando en distintas áreas de la función pública, Marcela es el ejemplo diario de superación y compromiso. Su vida ha estado marcada por una lucha constante, pero también por la certeza de que la maternidad no solo es dar vida, sino brindar amor y cuidado a quienes más lo necesitan.
Con una visión clara y voluntad inquebrantable, Marcela ha cambiado vidas, forjando un camino en el que la educación, la inclusión y el amor se entrelazan para dar esperanza a quienes más lo necesitan.
Huesos débiles, corazón de acero
Desde su nacimiento, Marcela ha vivido con raquitismo hipofosfatémico, una enfermedad hereditaria que afecta la estructura ósea y causa fragilidad en los huesos. Su infancia estuvo marcada por fracturas espontáneas, cirugías correctivas y limitaciones en el movimiento. Sin embargo, su espíritu indomable le permitió desafiar los obstáculos que el propio cuerpo imponía.
En su hogar, sus padres nunca la trataron diferente. Creció en un entorno de amor y exigencia, donde se le enseñó a no rendirse. Su madre, una mujer guerrera, y su padre, un ejemplo de perseverancia, le inculcaron que la vida no se detiene por las dificultades. Con cuatro hermanos, Marcela se integró plenamente en sus juegos, aprendió a andar en bicicleta y hasta jugó futbol, siempre con la convicción de que su condición no la definiría.
“Hacía las cosas como estaba, o no las haría nunca”, reflexiona. Esa mentalidad la impulsó a forjar una trayectoria excepcional en la educación y la inclusión social, convirtiéndose en una voz inquebrantable para aquellos que necesitan apoyo.
Declinar la maternidad, abrazar la inclusión
Marcela tomó una de las decisiones más difíciles de su vida: no ser madre. A pesar de su amor por los niños, el temor a transmitir su enfermedad la llevó a elegir otro camino. “Hoy lo tengo superado, pero me costó muchas lágrimas, porque me encantan los niños. Me habría gustado mucho ser mamá, pero no me sentí con la fuerza para que mi hijo me dijera: me duele, sabiendo que podía haberle evitado el dolor”, confiesa.
Aunque renunció a la maternidad biológica, encontró su misión en la creación del Centro Psicopedagógico Freire, una escuela para niños con discapacidad que operó durante 37 años. A través de esta institución, se convirtió en una madre simbólica para cientos de estudiantes, acompañándolos desde la primera infancia hasta la adolescencia.
La escuela cerró sus puertas después de la pandemia porque estaba en quiebra. “Muchos chicos que no podían pagar recibían beca, pero las empresas que los becaban estaban cerradas. Los pocos papás que pagaban estaban desempleados o ganaban menos”, recuerda Marcela. “Al final del ciclo escolar 2020 cerré, y ya no quise volver a abrir. No me sentía con la fuerza necesaria para continuar”, comenta.
Por un mundo más incluyente
Tras décadas dedicada a la educación especial, Marcela dio un paso hacia la función pública. Como regidora en el Ayuntamiento de Zapopan, impulsó reformas para garantizar la accesibilidad universal en nuevos desarrollos urbanos. “Todo lo nuevo que se construya debe considerar a personas con discapacidad”, enfatiza. Trabajó junto a Protección Civil y el Cuerpo de Bomberos para establecer protocolos de atención a personas con discapacidad en emergencias. También luchó para mejorar la infraestructura, asegurando que banquetas, parques y edificios públicos fueran accesibles para todos.
El reto de balancear la vida
Marcela se define como una workaholic. “Para mí, siempre ha estado primero el trabajo”, reconoce. Su compromiso con la inclusión la lleva a laborar largas jornadas en pro de las personas con discapacidad. Sin embargo, también ha aprendido la lección.
En una ocasión, caminó durante un mes con una fractura sin atenderla, hasta que el dolor la obligó a detenerse. “Ese fue el mensaje de esa fractura: tienes que equilibrar tu vida”, admite. Ahora, busca conciliar su pasión por el trabajo con el autocuidado. Fuera del ámbito profesional, goza recibiendo visitas en su casa. Organiza tardes de tejido, bordado y manualidades. Disfruta la lectura, el aprendizaje y la convivencia con amigos y familiares.
Marcela Páramo es un ejemplo de que la adversidad y el dolor pueden transformarse en fortaleza para ayudar a otros.