El patinazo de Charly
Lider In marzo 6, 2025 63Liderazgo cromañón: la evolución de las relaciones positivas en equipos de trabajo.
Por Pablo Latapí.

Bien podría ser que Charly, el personaje cuyo nombre ilustra este artículo, fuera el autor de este texto. Pero Charly no llegó, se perdió hace más o menos cuarenta mil años. Me explico: en ese tiempo, Charly y su gente, y yo y mi gente compartíamos la superficie del planeta. Vivíamos, ellos tanto como nosotros, de la caza del mamut. Charly pertenecía a una especie de homínidos llamados neandertales y yo, como ustedes, desciendo de cromañones, que sí pudimos sobrevivir y, de hecho, hoy somos la especie dominante sobre la Tierra, para bien o para mal.
¿Por qué desaparecieron Charly y los suyos?
La historia de la humanidad se define en gran medida por la capacidad de adaptarse y sobrevivir a entornos complicados. Entre los capítulos más fascinantes de nuestra prehistoria está el enigma de por qué los cromañones (Homo sapiens) sobrevivieron, mientras los neandertales se extinguieron. Aunque ambos compartieron el espacio geográfico y temporal, hubo algo en los cromañones que los hizo prevalecer. Diversas teorías, inspiradas en la evolución social y cognitiva, apuntan a que la clave de esta ventaja evolutiva reside en la estructura de nuestro cerebro y en nuestra capacidad para crear relaciones sociales armoniosas.
La diferencia fundamental: el cerebro como máquina simuladora de relaciones
Autores como Nick Humphrey, Richard Dawkins, Edmund O. Wilson y David Sloan Wilson han explorado la idea de que la gran corteza prefrontal del cerebro de los cromañones tuvo un papel decisivo en su supervivencia. A diferencia de los neandertales, quienes mostraban un desarrollo mucho menos pronunciado en esta región, los cromañones poseían una corteza prefrontal grande y compleja, un recurso neurológico que funcionaba como una “máquina simuladora de relaciones”. Martin Seligman describe esta región cerebral como una red que utiliza miles de millones de conexiones para evaluar, proyectar y optimizar nuestras decisiones sociales. En otras palabras, los cromañones tenían un cerebro preparado para anticipar escenarios sociales y seleccionar el mejor camino para cada situación.
Las emociones de la colmena: el poder de las relaciones positivas
El desarrollo de esta corteza prefrontal permitió a los cromañones resolver problemas físicos, pero sobre todo problemas sociales. Esta capacidad para simular relaciones y elegir acciones optimizadas condujo al cultivo de las emociones que promovían la cohesión: amor, compasión, bondad, trabajo en equipo y abnegación. Estos sentimientos, que podríamos llamar “emociones de la colmena”, fortalecieron los lazos entre los individuos, permitiendo la creación de grupos unidos y resilientes. Al promover estas emociones y establecer relaciones armoniosas, los cromañones pudieron trabajar en equipo, compartir recursos y cuidar de los miembros más vulnerables, mientras que los neandertales, con un enfoque más individualista y menos propenso a la cooperación, quedaron en desventaja frente a los desafíos del entorno.
Liderazgo cromañón en el siglo XXI
Esta habilidad ancestral para construir relaciones positivas tiene implicaciones directas en el liderazgo actual. Estudios modernos demuestran que, en cualquier equipo de trabajo, la cohesión y la armonía entre los miembros son elementos fundamentales para el éxito. Los equipos donde reina el respeto, la confianza y el disfrute alcanzan sus metas más rápido, y logran perdurar. Este enfoque, que podríamos llamar “liderazgo cromañón”, se basa en el fomento de un ambiente positivo, donde se cultivan emociones colaborativas y se estimula el trabajo en equipo. En contraste, los equipos donde predomina el regaño y el menosprecio tienden a fragmentarse y a disolverse, incapaces de soportar la presión de los desafíos complejos.
Este estilo de liderazgo no se trata de ser indulgente o de evitar la responsabilidad; al contrario, implica construir un ambiente donde los integrantes se sientan valorados, respetados y, sobre todo, motivados. La diversión, la camaradería y el compromiso mutuo forman la base de una cultura organizacional donde todos están dispuestos a dar lo mejor de sí mismos. Liderar desde esta perspectiva significa entender que el éxito no se basa solo en la inteligencia técnica o en la ejecución de tareas, sino en la capacidad de cada individuo para colaborar de manera efectiva y generosa con sus compañeros.
¿Y Charly?
La supervivencia de nosotros los cromañones no fue un accidente, sino el resultado de una evolución en la que la capacidad de generar relaciones sociales efectivas y armoniosas fue clave. Hoy, este legado evolutivo se refleja en los modelos de liderazgo que promueven ambientes positivos, la colaboración y las buenas relaciones en los equipos de trabajo. El verdadero “líder cromañón” entiende que, aunque la corteza prefrontal evolucionó hace miles de años, su función primordial de fomentar relaciones positivas sigue siendo, hasta nuestros días, uno de los elementos más poderosos para construir y mantener equipos exitosos y duraderos.
Así como los cromañones sobrevivieron y prosperaron, los equipos que hoy apuestan por la cooperación y el respeto están destinados no solo a alcanzar sus metas, sino a prevalecer en un mundo cada vez más competitivo y cambiante.
Epílogo
La buena noticia es que Charly y su gente no desaparecieron del todo. Cuando empezaban a extinguirse y quedaban apenas unos cuantos, la naturaleza compasiva de nuestros antepasados cromañones los llevó a asimilar a aquellos supervivientes y los sumaron a su clanes y aldeas. Se mezclaron.
En muchos de nosotros, en unos más y en otros menos, hay porcentajes del ADN de los neandertales. Eso significa que, sin estar del todo, Charly está entre nosotros.
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Pablo Latapí es comunicador, economista, máster en PNL y tiene estudios en periodismo. Simultáneamente ha sido editor, conductor de noticias y directivo de empresas como Radio Mil, Grupo ACIR y Grupo Salinas. Imparte conferencias y talleres. @pablolatapi