Juan Carlos Santoscoy, un artista que desafió al destino

85
DSC_7405

En su juventud renunció al sueño de ser artista que su padre había fomentado, para dedicarse profesionalmente a la publicidad. Durante unos veinte años se desempeñó en esa actividad, llegando a crear su propia empresa. Sin embargo, nunca dejó de pintar para sí mismo. Cuando mostró su trabajo al artista Alejandro Colunga, el apoyo de este lo motivó a decidirse para dejar todo y dedicarse de lleno al arte.

“Un líder es la persona que alcanza la templanza con los años. Pero un líder también comparte, es auténtico, es puro de cuerpo y alma. Para llegar a ser líder, el empresario debe darse la oportunidad de sanar a su niño interior, y no perder de vista que lo mejor del mundo es gratis y que las cosas materiales dejan de ser necesarias cuando trascendemos en otro plano.”

“Me quemé todo el cuerpo con gasolina que impregnó mi ropa, y toda la piel se me cayó. Estuve internado por seis meses en el Hospital Civil de Guadalajara. A raíz de esto, me volví muy fuerte. Digo yo que fui un guerrero al que metieron a la fragua, lo golpearon, y todavía lo metieron al aceite para templar.”

Juan Carlos Santoscoy García, reconocido pintor tapatío con 22 años de trayectoria en el arte plástico, ha dejado una huella imborrable en galerías de todo el mundo, incluyendo Nueva York, Hamburgo, Los Ángeles, Venecia, Madrid y San Petersburgo. Con más de 180 exposiciones, su vida y su carrera constituyen un reflejo de pasión y valentía. Abandonó la comodidad que le brindaba su agencia de publicidad para arriesgarse en el mundo del arte abstracto. Desarrolló la innovadora técnica de “tinta al hilo” y, con tesón, ha consolidado su carrera artística.

Hablar de su vida es entender cómo la dedicación y el deseo de trascender pueden llevar a un artista a superar grandes obstáculos para cumplir sus sueños. Juan Carlos nació y creció en Guadalajara, en una familia donde el arte ya ocupaba un lugar especial. Su padre, un rotulista que pintaba carteles para las plazas de toros El Progreso y, posteriormente, El Nuevo Progreso, fue su primera gran influencia. “Desde pequeño, él me decía que sería un gran artista, o bien un gran torero”, recuerda Santoscoy.

Sin embargo, la vida familiar también estaba marcada por las advertencias de su madre, quien le decía: “De artista te mueres de hambre”. Este contraste entre las expectativas de sus padres, sumado a las veces que el destino lo llevó a enfrentar la muerte, templaron el carácter de Juan Carlos, quien decidió forjar su propio camino.

Experiencia empresarial

La infancia de Juan Carlos transcurrió en una casona antigua en la colonia Guadalupana, cerca del Centro Histórico de Guadalajara. “Recuerdo los días de descanso, cuando mi papá solía pintar en el patio central y me abrazaba para sentarme sobre sus rodillas. Me hablaba de sus sueños, y esa cercanía con él encendió mi amor por el arte”, relata.

Siendo el más pequeño de ocho hermanos, creció con esos dos discursos en su hogar. Mientras su padre lo alentaba a ser artista, su madre le advertía sobre las dificultades de esa vida. “Mi mamá me decía que lo mejor era ser comerciante, como ella”. Y, durante algún tiempo, la voz materna tuvo una influencia significativa en su ánimo.

Siguiendo los consejos de su madre, Juan Carlos comenzó a experimentar con el comercio desde muy joven. Durante la secundaria, cargaba su mochila con libros y 90 por ciento de mercancía, pues vendía dulces a sus compañeros de clase. Su ambición no quedó solo en sueños. Cuando estaba en la preparatoria, comenzó a trabajar por las noches en una empresa de publicidad.

Ese primer contacto real con el mundo empresarial le permitió abrirse paso en el negocio publicitario. “Me encontré con gente buena, que me enseñó los valores del emprendimiento y respeto por el empresario”, explica Juan Carlos, quien de ahí pasó a desarrollar su propia empresa, la cual administró con éxito durante casi dos décadas.

En busca de más

Aunque la vida como empresario era económicamente satisfactoria, algo en su interior no lo dejaba en paz. La rutina, el éxito financiero y las comodidades no llenaban el vacío creativo que sentía. “Por años me dediqué a construir un patrimonio, a consolidar mi agencia, pero cada vez me aburría más”, confiesa. Durante esos años, nunca dejó de pintar, aunque fuera como pasatiempo.

En su taller de serigrafía acumulaba desechos de pintura y materiales, que luego transformaba en arte. “Me encerraba los fines de semana con música de ópera y me perdía en mi pintura por horas, mientras los dedos se me manchaban”. Entonces, sus sueños juveniles comenzaron a resurgir con más fuerza, esta vez como un deseo irrefrenable de dedicarse por completo al arte.

Un encuentro fortuito con el reconocido artista mexicano Alejandro Colunga cambió el rumbo de su vida. Tras mostrarle sus pinturas, el maestro lo presentó ante la comunidad artística como un talento emergente. “Fue el empujón que necesitaba para dejar la publicidad y dedicarme de lleno al arte”, recuerda Santoscoy con gratitud.

Heridas de la niñez

Santoscoy señala que algo fundamental en la carrera de un artista es la posibilidad de expresar su sufrimiento en la pintura. “Estuve cerca de la muerte en tres ocasiones”. Un accidente con gasolina cuando cursaba la primaria le provocó quemaduras de tercer y cuarto grado. Luego, una caída casi le voló la cabeza; durante la pandemia se contagió de covid-19, y la infección lo mantuvo siete días entre la vida y la muerte.

Todas esas vivencias están plasmadas en la obra artística de Juan Carlos. Su cuadro El Cristo revela su historia ante el fuego en su infancia. Ese día vestía un pantalón de terlenka, tela sintética altamente inflamable. “Me quemé todo el cuerpo con gasolina que impregnó mi ropa, y toda la piel se me cayó. Estuve internado por seis meses en el Hospital Civil de Guadalajara. A raíz de esto, me volví muy fuerte. Digo yo que fui un guerrero al que metieron a la fragua, lo golpearon, y todavía lo metieron al aceite para templar.”

Ese episodio lo hizo más fuerte y, al quedarse prácticamente en la calle después de cerrar su empresa, lo hizo consciente de que el destino ya le había mostrado que tenía el don de crear algo de la nada.

Camino de sacrificios

La transición de publicista a artista plástico no fue fácil. Había tomado la decisión de vender todo para financiar su carrera artística y llevar su obra a exposiciones internacionales. La pandemia complicó la situación, pero Juan Carlos siguió creyendo en sus sueños.

Hoy, con una técnica única, conocida como “tinta al hilo”, que maneja con maestría, desarrolla hilos de pintura de una viscosidad especial que le permiten crear cuadros y arte en esculturas, aviones y automóviles de alta gama.

Detrás de su obra se esconden mensajes de supervivencia, que invitan a la reflexión sobre problemas ambientales como la deforestación, la sobreexplotación del planeta y la contaminación. También aborda la crítica a la inteligencia artificial y a la manipulación tecnológica.

Ganar respeto con su técnica innovadora ha sido complejo, especialmente en una tierra de grandes artistas y muralistas como Guadalajara, reconoce. Al principio recibió burlas y rechazo, pero con el tiempo se ganó un lugar que hoy le permite mostrar sus obras en importantes exposiciones internacionales.

La familia es su base

A lo largo de su carrera, su esposa ha sido su principal apoyo, pues cuando las cosas se pusieron mal, compartió con él sus ingresos para seguir adelante. “Ella estuvo conmigo en todas las batallas, y me ayudó a mantener la fe en mi arte”, reconoce Santoscoy con enorme gratitud.

Para él, el éxito no se mide solo en exposiciones o ventas. “Lo más importante es estar en paz con uno mismo y con la familia”, reflexiona. Antes de que su madre falleciera, él tuvo la oportunidad de reconciliarse, y ella terminó reconociendo su vocación artística.

El salto de fe para seguir sus sueños no solo afectó a Juan Carlos, sino también a su familia, que pasó de una vida cómoda a fuertes carencias. “Mis hijos no querían saber nada del arte, porque sentían que eso les había privado de su papá y de muchas cosas. Les robé años de convivencia y comodidad”, reconoce, aunque ha buscado sanar esa relación. Hoy busca dejar un legado, ante todo a su esposa e hijos, a sus hermanos y antepasados. Santoscoy también rinde tributo a su hermano Alberto, quien era su brazo derecho y falleció durante la pandemia de coronavirus.

Además de su obra plástica, Santoscoy imparte talleres de arteterapia, principalmente a niños, y pide a los papás: “Por favor, escuchen a sus hijos y apoyen sus sueños, incluso, si parecen difíciles”, subraya.

El pintor abstracto cree firmemente que los dones que recibimos pueden tener su origen en algún ancestro familiar, y que la verdadera felicidad radica en seguir ese llamado.

About The Author

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete a nuestro Newsletter